sábado, 25 de diciembre de 2010

St. Patrick's (Savatage). Una carta a Dios.



En estos días que se celebra el nacimiento de un dios, me ha venido a la mente (casualidades de la vida) esta emocionante canción de uno de mis grupos favoritos, Savatage, que es una carta abierta a ese dios. De momento, sin respuesta apreciable para, por lo menos, mis ojos.

St. Patrick's (Savatage)

Hey there Lord it's me
I wondered if you're free
Or not asleep
This just won't keep
It seems I just don't see

Why all the things we asked
Or prayed would come to pass
Have gone unheard
Like silent words
That slip into the past

'Cause Lord they're not schemes
Can't you tell dreams
Why do you let them slip by
Never even tried

It isn't you don't hear
There's far too many tears
Or can't you feel
Are we unreal
To one who knows no peers

You say we must pay dues
But still I am confused
I need to walk
And with you talk
Instead of to statues

'Cause Lord they're not schemes
Can't you tell dreams
Why do you let them slip by
Never even tried

'Cause you take all the fame
But who'll accept the blame
For all the hurt
Down here on earth
Unnecessary pain
Surely you must care
Or are you only air
Built in our minds
When we're in binds
Never really there

Can we be tired of you
Is that something we're allowed to do
For even the blind change their views
And it's time we tried something new

So I've pled my case
I'll now pull my escape
Didn't mean to doubt
What it's all about
Seems I forgot my place

But if you find the time
Please change the story line
Or give a call
Explain it all
I'll even leave the dime

St Patrick’s

(Traducción aproximada: Yo mismo)

Hey, Señor, soy yo

Me pregunto si estas libre

O quizás duermas

No tardaré mucho

Parece que no puedo ver


¿Por qué todas las cosas que pedimos

o rezamos, vienen y pasan?

Se van, ignoradas

Como palabras silenciosas

Que se deslizan en el pasado


Porque, Señor, ellas no son intrigas

Ni puedes llamarlas sueños

¿Por qué las dejas escaparse

sin ni siquiera intentarlo?

¿Es que no las oyes?


Hay demasiadas lágrimas

¿O no puedes sentir?

¿Somos irreales

para alguien que lo sabe todo?


Dices que debemos pagar con trabajos

Pero aun estoy confundido

Necesito caminar

Y contigo hablar

Dejando atrás todas esas estatuas


Porque, Señor, ellas no son intrigas

Ni puedes llamarlas sueños

¿Por qué las dejas escaparse

Sin ni siquiera intentarlo?


Porque Tú te llevas toda la fama

¿Quién aceptará la culpa?

Todas las heridas

Aquí abajo en la Tierra

Dolor innecesario


Seguramente debes preocuparte

¿O eres solamente aire

construido en nuestras mentes?

Estamos en apuros

Nunca realmente allí


¿Podemos estar cansados de Ti?

¿Eso es algo que podemos permitirnos?

Porque incluso el ciego cambia sus puntos de vista

Ya es hora de que intentemos

algo nuevo


Ahora me defiendo

No quería dudar

Sobre todo esto

Parece que estoy desvariando


Pero si encuentras un rato

Por favor, cambia el guión

O haz una señal

Explícalo todo

Y yo dejaré la cuestión

lunes, 13 de diciembre de 2010

Kafka y la muñeca perdida


Sucedió durante el último año de la vida de Kafka, cuando convivió en Berlín con Dora Diamant, una joven polaca a la que doblaba en edad, pero que se convierte en la primera y única mujer con quien Kafka vivirá jamás. LLega a Berlín desde Praga en el otoño de 1923 y muere la primavera siguiente, pero esos últimos meses son probablemente los más felices de su vida. A pesar de su deteriorada salud. A pesar de las condiciones sociales de Berlín: escasez de alimentos, disturbios políticos...pese a ser consciente de que tiene los días contados.

Todas las tardes, Kafka sale a dar un paseo por el parque. La mayoría de veces, Dora, su pareja, lo acompaña. Un día, se encuentran con una niña pequeña que está llorando a lágrima viva. Kafka le pregunta qué le ocurre, y ella contesta que ha perdido su muñeca. Él se pone inmediatamente a inventar un cuento para explicarle lo que ha pasado. “Tu muñeca ha salido de viaje", le dice. “¿Y tú cómo lo sabes?”, le pregunta la niña. “Porque me ha escrito una carta”, responde Kafka. La niña parece recelosa. “¿Tienes ahí la carta?”, pregunta ella. “No, lo siento”, dice él, “me la he dejado en casa sin darme cuenta, pero mañana te la traigo.” Es tan persuasivo, que la niña ya no sabe qué pensar. ¿Es posible que ese hombre misterioso esté diciendo la verdad?

Kafka vuelve inmediatamente a casa para escribir la carta. Se sienta frente al escritorio y Dora, que ve cómo se concentra en la tarea, observa la misma gravedad y tensión que cuando compone su propia obra. No es cuestión de defraudar a la niña. La situación requiere un verdadero trabajo literario, y está resuelto a hacerlo como es debido. Si se le ocurre una mentira bonita y convincente, podrá sustituir la muñeca perdida por una realidad diferente; falsa, quizá, pero verdadera en cierto modo y verosímil según las leyes de la ficción.

Al día siguiente, Kafka vuelve apresuradamente al parque con la carta. La niña lo está esperando, y como todavía no sabe leer, él se la lee en voz alta. La muñeca lo lamenta mucho, pero está harta de vivir con la misma gente todo el tiempo. Necesita salir y ver mundo, hacer nuevos amigos. No es que no quiera a la niña, pero le hace falta un cambio de aires, y por tanto deben separarse durante una temporada. La muñeca promete entonces a la niña que le escribirá todos los días y la mantendrá al corriente de todas sus actividades.

Ahí es donde la historia empieza a llegarme al alma. Ya es increíble que Kafka se tomara la molestia de escribir aquella primera carta, pero ahora se compromete a escribir otra cada día, única y exclusivamente para consolar a la niña, que resulta ser una completa desconocida para él, una criatura que se encuentra casualmente una tarde en el parque. ¿Qué clase de persona hace una cosa así? Y cumple su compromiso durante tres semanas, Nathan. ¡Tres semanas! Uno de los escritores más geniales que han existido jamás sacrificando su tiempo (su precioso tiempo que va menguando cada vez más) para redactar cartas imaginarias de una muñeca perdida.

Dora dice que escribía cada frase prestando una tremenda atención al detalle, que la prosa era amena, precisa y absorbente. En otras palabras, era su estilo característico y a lo largo de tres semanas Kafka fue diariamente al parque a leer otra carta a la niña. La muñeca crece, va al colegio, conoce a otra gente. Sigue dando a la niña garantías de su afecto, pero apunta a determinadas complicaciones que han surgido en su vida y hacen imposible su vuelta a casa. Poco a poco, Kafka va preparando a la niña para el momento en que la muñeca desaparezca de su vida por siempre jamás.

Procura encontrar un final satisfactorio, pues teme que, sin no lo consigue, el hechizo se rompa. Tras explorar diversas posibilidades, finalmente se decide a casar a la muñeca. Describe al joven del que se enamora, la fiesta de pedida, la boda en el campo, incluso la casa donde la muñeca vive ahora con su marido. Y entonces, en la última línea, la muñeca se despide de su antigua y querida amiga. Para entonces, claro está, la niña ya no echa de menos a la muñeca. Kafka le ha dado otra cosa a cambio, y cuando concluyen esas tres semanas, las cartas la han aliviado de su desgracia. La niña tiene la historia, y cuando una persona es lo bastante afortunada para vivir dentro de una historia, para habitar un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen. Mientras la historia sigue su curso, la realidad deja de existir.

Paul Auster, "Brooklin Follies", 2006

lunes, 6 de diciembre de 2010

Ítaca (Konstantinos Kavafis, 1863-1933


Un hermoso poema sobre la importancia del viaje, no tanto del destino final.

ÍTACA
Cuando partas hacia Itaca 
pide que tu camino sea largo 
y rico en aventuras y conocimiento. 
A Lestrigones, Cíclopes y furioso Poseidón no temas, 
en tu camino no los encontrarás 
mientras en alto mantengas tu pensamiento, 
mientras una extraña sensación 
invada tu espíritu y tu cuerpo.

A Lestrigones, Cíclopes 
y fiero Poseidón no encontrarás
 si no los llevas en tu alma,
 si no es tu alma que ante ti los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que muchas mañanas de verano
hayan en tu ruta cuando con placer, con alegría
arribes a puertos nunca vistos.

Detente en los mercados fenicios
para comprar finos objetos:
madreperla y coral, ámbar y ébano,
sensuales perfumes, -tantos como puedas- 
y visita numerosas ciudades egipcias
para aprender de sus sabios.

Lleva a Itaca siempre en tu pensamiento,
llegar a ella es tu destino.
No apresures el viaje, 
mejor que dure muchos años
y viejo seas cuando a ella llegues,
rico con lo que has ganado en el camino
sin esperar que Itaca te recompense.

A Itaca debes el maravilloso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino
y ahora nada tiene para ofrecerte.
Si pobre la encuentras, Itaca no te engañó.
Hoy que eres sabio, y en experiencias rico,
comprendes qué significan las Itacas.

jueves, 11 de noviembre de 2010

El Alma humana en la Tierra Negra




El Alma humana para los antiguos egipcios se dividía en ocho elementos, entre los que sobresalían el Ka y el Ba. La muerte, y los estados de conciencia alterados en general,actúan separando estos elementos del cuerpo físico.
  • El KA, el "doble" del difunto que perdura en la tumba y en sus estatuas, era algo independiente de él, y podía comer, beber y moverse por sí mismo. En general, se cree que el Ka de una persona era el conocimiento que esta persona acumuló en vida, su carrera social, y el recuerdo que dejó en los demás. Así, es el depositario de las ofrendas del culto funerario. Segun la teoría de Antonio Loprieno, el Ka es un concepto social, fijo, pasivo y dependiente. Aunque es un concepto del Reino Medio, su representación (los dos brazos) proviene del Reino Nuevo.
  • El BA, representado como un pájaro con cabeza humana, es la libertad individual del individuo. El Ba vuela por la tumba durante el dia, dando aire al difunto con sus alas, mientras que por la tarde-noche viaja con Ra en la barca solar. Siguiendo a Loprieno, el Ba es algo individual, móvil (como un pájaro), activo e independiente.
El conflicto entre el Ka, la parte social (en los nobles, la dependencia del rey), y el Ba, la parte individual del hombre, es algo que subyace en la literatura didáctica egipcia (El cuento de Sinuhé,por ejemplo) de forma muy importante.
  • Sahu: el cuerpo espiritual incorruptible del hombre que habita en los cielos, pudiendo aparecer como un cuerpo físico normal si el difunto pasa con éxito el juicio de ultratumba.
  • El significado de Khaibit, la sombra, no está claro: quizá era donde se acumulaban los sentimientos y las vivencias propias mientras el cuerpo vivía,con lo que comparte cosas con el Ka. Parece que no podía separarse del Ba.
  • Akhu: esta es la parte inmortal, un ser radiante que perduraría en el Sahu. Es el intelecto, el destino e intenciones del difunto que, tras su muerte, asciende al cielo para vivir con los dioses entre las Estrellas Imperecederas. El Akhu pasa el juicio de las Almas ante Osiris, con el Ka y el Ba.
  • Ankh - La personificación de la fuerza vital del hombre, que vive unida al Sahu. Es representada con la conocida "cruz de la vida".
  • Ib: el corazón, la fuente de todo lo bueno y malo del hombre, la conciencia moral y el centro del pensamiento: Podía vivir entre los dioses si no era devorado por la bestia Ammut tras el juicio de ultratumba.
  • Ren: el verdadero nombre, una parte imprescindible, mágica, en su viaje por la vida terrena y la de ultratumba. La eliminación del nombre de un difunto era su destrucción, ya que con ello se le condenaba al olvido,la muerte del Ka. De esto hay muchos ejemplos en el Antigua Egipto.

"El difunto esta al mismo tiempo en el cielo, en la barca solar de Ra, bajo tierra, cultivando sus tierras en el Paraíso, y disfrutando de sus bienes en la tumba"

"Lionel Casson, Ancient Egypt "

domingo, 31 de octubre de 2010

Los mejores duelos a espada



Me apetecía mucho hacer esta entrada, y me lo he pasado pipa seleccionando los que son, a mi juicio, los mejores duelos a espada del cine. Así que aquí están. ¡En guardia!

http://www.youtube.com/watch?v=M_WIkup29Og Los tres mosqueteros (1948). Algo de cine clásico. Dartagnan queda a batirse con Athos, Porthos y Aramis con una hora de diferencia, pero llegan los mosqueteros del pérfido cardenal Richelieu. Duelo muy concurrido y divertido.

http://www.youtube.com/watch?v=HptmZa2rYq8 Hablando de duelos concurridos. Beatrix Kiddo, la novia ensangrentada, contra los "99 maníacos" en la primera parta de "Kill Bill", del amigo Quentin. Cubos de sangre y diversión.

http://www.youtube.com/watch?v=p2MNEsxG-FM Cyrano de Bergerac es uno de mis personajes de referencia, alguien a quien siento muy cercano. En este duelo legendaro humilla a un vizconde pijo y prepotente con la espada y, sobre todo, con los versos. Al finalizar, le hiere.

http://www.youtube.com/watch?v=OQw5s2oiqk0 Espadas mágicas, rollo oriental, y magia, mucha magia y poesía. "Tigre y dragón".

http://www.youtube.com/watch?v=Q-KoC0eCJnE Como duelo, este es casi mi favorito. Wesley se enfrenta a Iñigo Montoya en esa auténtica joya que es "La Princesa prometida". Superchulo.

http://www.youtube.com/watch?v=tH1c-1eOMgg&feature=related Vaaaaale, no me puedo resistir. Solo diré una frase: "Hola, me llamo Iñigo Montoya..."

http://www.youtube.com/watch?v=3oQ6KOY4vCA&feature=related Visualmente todo es perfecto en el debut de Ridley Scott, "Los duelistas" (1977). Dos húsares se baten continuamente a lo largo de sus vidas, sobre todo por la obsesión de uno de ellos. Ridley Scott consiguió pasar a planos de cine verdadereas pinturas del periodo romántico.

http://www.youtube.com/watch?v=RvA-AimAZq8 El imperio contraataca. Hablando de frases míticas, "Yo soy tu padre". Bueno, yo no, Darth Vader...

http://www.facebook.com/video/video.php?v=1068996822268 "El Señor de los Anillos" es otra de mis obras de referencia, y el duelo entre Gandalf y el Balrog, un demonio "acongojante", es de mis favoritos. El duelo está contado en dos de las tres películas de la saga, pero este vídeo está bien editado.

http://www.youtube.com/watch?v=aTXlWYdodnc Para terminar, y como no encuentro el que quería (cosa rara), pues aquí sugiero un romántico fragmento de "300". Sí, ya sé que no es técnicamente un duelo ni empieza con espadas, pero la imagen es espectacular.

Qué bien me lo paso...:-P

viernes, 24 de septiembre de 2010

...se lo lleva la corriente





El río se enamoró de Diandra una templada mañana de Abril, cuando ella se inclinó sobre su superficie cristalina para mojarse la cara. El río sintió el reflejo y el tacto de su piel blanca, sus ojos color violeta, su largo pelo negro, y lo retuvo entre sus aguas para recordarla. Aquel fue su primer beso.


Luego, ella se despojó de su humilde vestido, y se metió desnuda en el agua. El río tocó todo su cuerpo, recorriendo con sus aguas los rincones más íntimos de sus curvas y despojándola de todo lo que la separaba de su auténtico olor, que él también atesoró en su corriente. Aquella fue la primera vez que la hizo el amor.



En los distintos tramos del río bailó con su reflejo y con su esencia, llevándolo en su superficie unas veces de modo tranquilo, otras más enérgico en los rápidos, donde nunca dejó que la espuma alterara el reflejo de la mujer que le enamoró.


Pero un día, la corriente que llevaba el reflejo y el perfume de Diandra llegó al mar, y el río no pudo retenerlos. Porque la naturaleza de las aguas de los ríos es morir en los mares, y la del Amor no es la eternidad.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Locos, amantes, poetas.

"Dejemos a los amantes y a esas imaginaciones ardientes, a esas extravagantes fantasías que van más allá de lo que la razón puede percibir. El loco, el amante y el poeta son todo imaginación: el loco, ve más demonios de los que el infierno puede contener; el amante, no menos insensato, ve la belleza de Helena en la frente de una gitana; la mirada del ardiente poeta, en su hermoso delirio, va alternativamente de los cielos a la tierra y de la tierra a los cielos; y como la imaginación produce formas de objetos desconocidos, la pluma del poeta los transforma y les asigna una morada etérea y un nombre. Los caprichos de una imaginación alucinada son tales, que si le ocurre a ésta sentir un acceso de alegría, encarga a un ser de su creación que sea el portador; o si en la noche se forja algún miedo, ¡con cuánta facilidad toma un zarzal por un oso!


William Shakespeare, "Sueño de una noche de verano", acto V escena 1.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Juramento de la Guardia de la Noche

Una de mis lecturas de cabecera es la saga de "Canción de hielo y fuego" de George R.R. Martin. Creo que en esto de la literatura fantástica hay mucha morralla (no he leído mucho, pero me he encontrado títulos recomendados por gente entendida en los que no he entrado nunca) y dos o tres ejemplos que merecen estar en una lista de libros muy recomendables, obras maestras: uno de ellos es, claro, "El señor de los Anillos", y la otra es la susodicha saga de George R.R. Martin, adictiva a más no poder.

En esta historia (entre otras cosas), una organización de guerreros casi monástica vigila el gran Muro que protege al "mundo libre" de los hielos del Norte y de todo lo siniestro que desde ahí acecha: la Guardia de la Noche. Los nuevos deben recitar este hermoso juramento antes de ser miembros de la citada orden. Aprovechando que la cadena americana HBO prepara la primera temporada de la serie (me muerdo las uñas, y más después de ver el teaser que incluyo aquí también), me gusta poder releer el...


JURAMENTO DE LA GUARDIA DE LA NOCHE


Escuchad mis palabras, sed testigos de mi juramento.

La noche se avecina, ahora empieza mi guardia.

No terminará hasta el día de mi muerte.

No tomaré esposa, no poseeré tierras, no engendraré hijos.

No llevaré corona, no alcanzaré la gloria.

Viviré y moriré en mi puesto.

Soy la espada en la oscuridad.

Soy el vigilante del Muro.

Soy el fuego que arde contra el frío,

la luz que trae el amanecer,

el cuerno que despierta a los durmientes,

el escudo que defiende los reinos de los hombres.

Entrego mi vida y mi honor a la Guardia de la Noche,

durante esta noche y todas las que estén por venir.

Juego de Tronos (Canción de Hielo y Fuego Volumen I)

George R. R. Martin



lunes, 6 de septiembre de 2010

La maldición de la sacerdotisa de Amón Ra

Una parte de mí (la del egiptólogo científico, el que busca pruebas y no cree en pamplinas de "piramidiotas", ovnis que vienen a construir pirámides y tontunas similares) se resiste a hablar de este tema en este espacio. Pero otra parte de mí (la del tipo que vive más en el lado de la Fantasía y la imaginación que en la dura realidad) le encanta la maldición de la sacerdotisa Amón Ra, no tan conocida como la de Tutankhamon. Esta ni es maldición ni es nada: probad a abrir unas estancias que han estado cerradas durante 3.500 años y respirad sin protección, a ver que os pasa. Unid a eso una serie de casualidades -en el mismo instante en que se producía el fallecimiento de Lord Carnarvon, que financió la excavación, cerraba asimismo para siempre sus ojos en su castillo de Inglaterra su perra favorita, Susie, y se apagaban todas las luces de la capital egipcia, a pesar de que el suministro de electricidad estaba a cargo de seis generadores independientes.- y tendréis una bonita maldición. Pero la de la sacerdotisa...da canguelo.

La Princesa de Amon-Ra, tambien conocida como la Sacerdotisa de Amon-Ra, vivió hace más de tres mil años en Egipto. Al morir, su cuerpo embalsamado fue depositado en un bello sarcófago de madera y éste enterrado en una cripta de Luxor, junto a la ribera del Nilo. A finales del año 1890, cuatro jóvenes adinerados de Inglaterra visitaron las excavaciones arqueológicas del lugar el día preciso en que la cámara mortuoria había sido descubierta y tuvieron la posibilidad de contemplar el sarcófago de la princesa, recién extraído de su lugar de descanso eterno. Pero no se conformaron con observarlo y participaron de una subasta para adquirir dicho tesoro. Uno de ellos, fijo una suma convenientemente alta y pidió ayuda a unos nativos para trasladar el sarcófago hasta el hotel en donde se hospedaba. Algunas horas más tarde, el flamante propietario del sarcófago se internó solo en las arenas del desierto y no volvió a ser visto jamás. Al día siguiente, uno de sus tres compañeros perdió un brazo tras ser herido accidentalmente por el disparo de uno de sus criados egipcios. La maldición atacó a los dos amigos restantes cuando volvieron a Inglaterra; Uno de ellos descubrió que se encontraba en bancarrota y el otro fue afectado por una extraña enfermedad que lo dejó paralítico.

Algún tiempo después, y tras la misteriosa racha de infortunios, el sarcófago llegó a Inglaterra dejando un rastro de desgracias. Su nuevo dueño, un empresario del lugar, sería una nueva víctima de la cadena de extraños incidentes; Un accidente fatal de tres de sus familiares y el incendio repentino de su propiedad. Como éste último caballero era muy supersticioso e inmediatamente le atribuyó las descgracias a la posesion adquirida, se deshizo del sarcófago, donándolo al Museo Británico. La supuesta maldición, afectó tambien al vehiculo que lo transportaba, ya que el camión se puso en marcha de forma inesperada y atropelló a un peatón que nada tenía que ver con el asunto. Además, uno de los operarios que lo llevaba se rompió una pierna y otro murió a los pocos días aquejado por una enfermedad desconocida. Los problemas se agravaron cuando el precioso ataúd se colocó en la sala egipcia del museo: los vigilantes escuchaban golpes y sollozos que venían del interior del sarcófago; Otras piezas del museo se movían sin causa aparente; Se encontró a un guardián muerto durante la ronda y los otros dejaron el trabajo; Las limpiadoras se negaban a trabajar cerca de la momia. Finalmente decidieron trasladar la pieza al sótano para evitar problemas, pero ésta solución no surtió efecto, ya que uno de los conservadores murió y su ayudante cayó muy enfermo.

La prensa no tardó en enterarse de la situación y comenzaron a trascender versiones sobre la maldición de Amon-Ra. Un reportero hizo una fotografía del sarcófago y cuando la reveló se encontró con un rostro horrible y macabro en lugar de la pacífica expresión que tiene pintada el sarcófago de madera. Se dice que, tras contemplar la imagen durante un rato, el fotógrafo se fue a casa y se pegó un tiro. Finalmente, el Museo Británico decidió desprenderse de la “Princesa”. Un coleccionista la compró y, tras la clásica cadena de muertes y desgracias, la encerró en el desván y buscó ayuda.

El “asustado” caballero acudió a nada más y nada menos que Madame Helena Blavatski, quien en ese momento era toda una autoridad en lo que se conocía como “ocultismo” de principios del siglo XX (hoy fenómeno paranormal). Al entrar en la casa sintió una presencia maligna emanar del desván. Descartó la idea del exorcismo y suplicó a su propietario que se deshiciera de ella con urgencia. ¿Pero quién, en toda Inglaterra, iba a querer comprar una momia maldita? Nadie. Afortunadamente, fuera del país surgió un comprador: un arqueólogo americano que adjudicó las desgracias a una cadena de casualidades. Se preparó el envío a Nueva York. La noche del 10 de abril de 1912, el propietario cargó los restos mortales de la princesa de Amon-Ra en un barco que se disponía a atravesar el Atlántico con dos mil doscientos veinticuatro pasajeros: el trasatlántico clase Olympic R.M.S. Titanic.

P.D. El egiptólogo racionalista que hay dentro de mí quiere dejar claro un dato: en los registros de equipajes del Titanic no se tiene constancia de que hubiera ninguna momia egipcia.

martes, 24 de agosto de 2010

La conquista de Joppa, precedente literario del Caballo de Troya

Tutmosis III (1479-1425 a.C.)






El rey Tutmosis III (1479-1425 a.C.) llegó al trono de Egipto en una época de expansión territorial de Egipto más allá de sus fronteras, convirtiéndose él mismo en uno de los faraones conquistadores más importantes, si no el que más. Tutmosis III pasó largas temporadas luchando en Siria y Palestina para extender el Imperio egipcio. A los príncipes de las ciudades conquistadas por Egipto se les permitía seguir gobernando mientras se sometieran al Faraón y le pagaran tributo.

Una historia escrita en el llamado Papiro Harris 500 cuenta como el príncipe de Joppa, ciudad que hoy conocemos como Jaffa, cerca de Israel, se rebeló contra Egipto. El principio del relato se ha perdido, pero parece claro que Tutmosis fue puesto al corriente de las intenciones del príncipe rebelde y, temeroso de que se le unieran otras ciudades palestinas, estaba ansioso de pone

r fin a la situación. El rey no puedo partir de Egipto enseguida, así que envió un ejército hacia el Norte bajo el mando de su mejor general, un hombre llamado Djehuty. Para asegurarse de que el general sería obedecido como si se tratase de él mismo le dio su propio cetro de oro y ébano.

Djehuty y sus hombres navegaron desde el Delta del Nilo a la costa palestina hasta alcanzar la ciudad de Joppa. Después llegaron a tierra y establecieron rápidamente el campamento. Joppa estaba rodeada de murallas y la única puerta estaba flanqueada por torres vigiladas por arqueros. Djehuty envió un heraldo para que, ante las grandes puertas, le retara:

-¡Rebeldes de Joppa, rendíos ante el Hijo de Ra, el Horus de Oro, el Toro Vigoroso surgido en Tebas, el Señor de las Dos Tierras, el rey del Alto y el Bajo Egipto, Tutmosis, larga vida para él! ¡Rendíos inmediatamente o salid de la ciudad y luchad!

La respuesta llegó al momento. El príncipe de Joppa rehusó rendirse, pero tampoco saldría de la ciudad para luchar. Era demasiado astuto para arriesgar la vida de sus hombres ante el gran ejército egipcio que se agolpaba más allá de sus murallas. Djehuty no tenía elección: asaltaría la ciudad. Con sus escudos protegiendo sus cabezas de la lluvia de flechas, las tropas egipcias avanzaron hacia Joppa. Empujaron grandes escaleras y torres de madera contra los muros, pero los defensores aporreaban a los hombres que trataban de escalar las almenas, e incendiaron las torres de madera con flechas incendiadas. Después de tres horas de encarnizada lucha, Djehuty ordenó a sus tropas que se retiraran. Las pérdidas egipcias eran serias, pero la guarnición de Joppa también había sufrido muchos daños

Djehuty se sentó en su tienda aquella noche, preguntándose cómo seguir la contienda. Había pocas posibilidades de asaltar la ciudad y el sitio podría durar años. Djehuty sabía que tendría que utilizar la astucia.

A la mañana siguiente, Djehuty envió a su heraldo a las puertas de la ciudad con una carta para el príncipe de Joppa. Los soldados situados sobre los muros bajaron una cesta por medio de una cuerda, el enviado de Djehuty metió la carta en la cesta, que fue elevada y conducida a palacio. El príncipe leyó la carta con desprecio; era sólo otra demanda para que se rindiera, pero advirtió otro mensaje al final, escrito por el mismo Djehuty. En él, el general egipcio admitía que no podía hacer nada contra Joppa, pero que temía la ira y ambición de Tutmosis y que él estaba dispuesto a discutir personalmente con el príncipe.

Rápidamente el gobernante de Joppa envió una carta a Djehuty acordando una tregua temporal y un encuentro a campo abierto entre la ciudad y el campamento egipcio. Después del mediodía las grandes puertas se abrieron para dejar salir los carros del príncipe de Joppa y veinte de sus oficiales. Después, las puertas se cerraron ruidosamente tras ellos.

Djehuty y sus veinte ofíciales, todos desarmados, se encontraron con el príncipe de Joppa y sus hombres y les invitaron a sentarse para discutir, ante una copa de vino.

"Mi mujer y mi hijo están conmigo en el campamento –comenzó el general-, pero mañana les enviaré a la ciudad y se quedarán contigo en tu palacio, como prueba de mi buena fe. Mañana este ejército estará bajo tus órdenes, así que bebamos por la libertad de Joppa".

Todas las copas se llenaron de nuevo y los soldados de Joppa y los egipcios pronto comenzaron a beber juntos. Sólo Djehuty bebía menos de lo que aparentaba para mantenerse sobrio.

"Envía un mensajero a Joppa para que dé las buenas noticias –sugirió al príncipe-. El resto de nosotros aún tenemos asuntos que tratar. ¡Así podremos seguir bebiendo este buen vino! Es una crueldad dejar a tus caballos entre tanto polvo y bajo este horrible calor; creo que es conveniente desuncirlos y llevarlos al campamento".

El príncipe de Joppa dio personalmente la orden e incluso aceptó introducirse en la tienda de Djehuty, para mantener una conversación privada con él. Cuando se pusieron en camino, el príncipe dijo:

-"He oído que llevas contigo el cetro del rey Tutmosis. Me gustaría verlo".

Djehuty, encantado, introdujo en su tienda al príncipe. Una vez allí, saco de una caja de madera de sándalo el cetro:

--"Aquí está el cetro del rey Tutmosis, el joven león, hijo de Sekhmet. ¡Rebelde de Joppa, sentirás la ira del rey en este mismo instante!".

Djehuty estrelló el cetro en la cabeza del príncipe, dejándole inconsciente. El general, rápidamente, ató al prisionero con cuerdas de piel reforzadas con cobre y envió un mensajero al auriga del príncipe de Joppa.

-"Mi general ha preparado obsequios para las gentes de Joppa –dijo el mensajero-, así verán que ahora es su sirviente. Tu príncipe ha ordenado que acompañes a los porteadores a la ciudad e informes a la princesa de Joppa de que los egipcios se han rendido y les envían regalos".

El auriga obedeció al momento y condujo el dorado carro del príncipe hacia las puertas de la ciudad, con los porteadores tras él. El obsequio de Djehuty consistía en doscientas grandes cestas, cada una colgada por un palo y llevada por dos hombres. Los centinelas escucharon el mensaje del auriga.

Vieron que los porteadores no estaban armados y que los oficiales del príncipe continuaban bebiendo con los egipcios. Todo parecía estar en orden, así que enviaron seis hombres para abrir las puertas.

Los porteadores fueron conducidos por el auriga hacia palacio. Los seis hombres comenzaron a empujar las grandes puertas para cerrarlas de nuevo cuando inesperadamente los porteadores abrieron sus cestas. Soldados egipcios saltaron de ellas, con una espada para cada uno y otra para su porteador. Los centinelas dieron la alarma y lucharonciegamente contra los invasores, pero las puertas se abrieron para dar paso a Djehuty, que había capturado a los oficiales borrachos del príncipe y conducía a su ejército hacia Joppa.

En pocos minutos, las gentes de Joppa eran forzadas por las tropas egipcias a rendirse o morir. El palacio fue despojado de sus tesoros y sus guardianes hechos prisioneros. Al día siguiente, un barco navegó hacia Egipto cargado de tesoros y el príncipe de Joppa y su familia como cautivos. Cuando el rey Tutmosis les vio, elogio a los dioses por la astucia que había demostrado Djehuty en la conquista de Joppa.

Objetos de la supuesta tumba del general Djehuty, regalo del Faraón Tutmosis III (Anj, Wdja, Seneb).

P.D. Aunque al final he reelaborado yo el relato, agradezco mucho a Ana Boykov (¡Anj Udja Seneb!) la traducción del cuento original incluido en Flinders Petrie, Egyptian Tales( http://www.reshafim.org.il/ad/egypt/texts/the_taking_of_joppa.html)

martes, 29 de junio de 2010

Somos lo que somos...¿?




"Durante el tiempo que el lector ha invertido en recorrer con sus ojos y
descifrar con su cerebro las líneas de este blog, cada una de sus
moléculas puede haber recorrido muchos miles de kilómetros, y algunas
moléculas se habrán roto y resintetizado cientos de veces en un segundo;
es más, al menos cincuenta mil millones de células corporales mueren
cada día por apoptosis (suicidio celular programado) y son sustituidas
por otras nuevas. Y sin embargo seguimos siendo la misma persona. O
eso creemos. Sometidos al ciclón de los cambios constantes en el armazón
vital, dejamos de ser, muy probablemente, los mismos que éramos.
Tomemos nota, de momento, de que la falta de continuidad y permanencia
constituye un aliciente adicional para buscar amparo y sosiego en una
emoción personal que pueda aportar esas sensaciones."

Eduard Punset, VIAJE AL AMOR (2007) (más o menos)

Esto me lleva a pensar que ciencia y poesía se dan la mano: o ¿no dijo Neruda aquello de "Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos" o mi admirado Ángel González en "Cumpleaños de amor":

Cómo seré yo
cuando no sea yo?
Cuando el tiempo
haya modificado mi estructura,
y mi cuerpo sea otro,
otra mi sangre,
otros mis ojos y otros mis cabellos.
Pensaré en ti, tal vez.
Seguramente,
mis sucesivos cuerpos
—prolongándome, vivo, hacia la muerte—
se pasarán de mano en mano,
de corazón en corazón,
de carne a carne,
el elemento misterioso
que determina mi tristeza
cuando te vas,
que me impulsa a buscarte ciegamente,
que me lleva a tu lado
sin remedio:
lo que la gente llama amor, en suma.
Y los ojos
—que importa que no sean estos ojos—
te seguirán a donde vayas, fieles.




viernes, 23 de abril de 2010

Perdido


Él yacía tirado en una acera. No sabe como ocurrió, sólo que dejó de sentir sobre sí la mirada interesada de sus ojos y ahora estaba rodeado de pasos extraños, en una transitada calle de Madrid. Alguien lo levantó ligeramente y lo miró, y él vio como le dedicaban un gesto de desinterés y como volvía al frío suelo de la ciudad. Nunca olvidaría la mirada verde-azul que lo recorría con pasión, y que ahora lo había abandonado por una jugada del azar.

Unas manos femeninas lo cogieron, y miraron su interior con curiosidad. Se quedó mirando la superficie, sin profundizar en las mil historias que tenía que contar, y en la pasión que podía provocar en la persona adecuada. Esa persona a la que nunca volvería a ver, que no sabría de su pérdida hasta buscarle y no hallarle.

Las manos femeninas lo acogieron en su seno, y el sintió de nuevo la cercanía de alguien vivo, aunque de un modo infinitamente más frío que su amante del pasado. Pasó tiempo junto a ella, él no supo cuanto. Sólo que la oscuridad lo envolvía, algo como un ahogado en una mar poco profundo, con los ecos de la vida exterior atenuados por el agua.

De pronto, la luz lo inundó todo. Volvió a sentir las manos femeninas, que lo sacaban de un bolso y lo dejaban sobre una madera fría.

“He encontrado este libro perdido, pensé que podrían guardarlo aquí” –dijo ella.

“Claro, no hay problema”, dijo un bibliotecario, mientras le dejaba en compañía de otros libros viejos y quizás perdidos esperando a que los ordenaran para dormir en la biblioteca pública.