domingo, 31 de marzo de 2013

Tolkien habla... para MI





A veces creo que nadie pasa a que el Tejedor le cuente historias. Sé que esto no es así, tengo un par de lectores fieles que suelen comentar algo, pero la mayoría de vosotros, cacho vagos, no dejáis un comentario que sirva de huella de vuestro paso por esta bitácora. Así que muchas veces he pensado que es un Telar propio, como un refugio con cosas que me gustan para la vejez, o para cuando tenga el tiempo suficiente de revisar todo esto en el futuro (hoy, un día muy adecuado para ello, me he acordado de ese relato erótico de hace años, "La hora escondida", que debe andar por los inicios de este blog Sólo para adultos: ahora vas y lo buscas). Pues este rollo viene por lo siguiente: esta entrada es MÍA, me la dedico a mi mismo ya que la emoción que he sentido al ver el vídeo es mía también. Sabiendo esto, puedes no comentar como haces siempre, querido y perezoso lector.

Para mi J. R. R. Tolkien es el mejor escritor del siglo XX, por no decir de la Historia (vale, eso es decir mucho). Su universo es tan apasionante que uno quisiera vivir en la Tierra Media, luchar con los elfos contra el Señor Oscuro, pasar unas vacaciones en Rivendel o tener la sangre de Númenor. Ahora mismo estoy leyendo una edición ampliada y anotada de "El hobbit", donde lo interesante no es en sí la historia, que no deja de ser un agradable para niños, sino por el gran aparato de notas, que describe minuciosamente el proceso de elaboración y las fuentes que usó el maestro. Buscando un par de grabaciones suyas a las que se alude en el libro, he encontrado esta grabación, que me pone los pelos de punta. Por fin oigo la voz del maestro, que parece hablar el élfico tan fluidamente como si hablara su lengua materna (quizás lo fuera) recitando El lamento de Galadriel, un hermoso y triste poema.

Dejemos al viejo profesor Tolkien describir las palabras de Galadriel... (y luego leerlas, más abajo, que mi élfico está oxidado :-P)




Ai! laurië lantar lassi súrinen!
Yéni únótime ve rámar aldaron,
yéni ve linte yuldar vánier
mi oromardi lisse-miruvóreva
Andúne pella Vardo tellumar
nu luini yassen tintilar í eleni
ómaryo airetári-lírinen.

Sí man i yulna nin enquantuva?

An sí Tintalle Varda Oiolossëo
ve fanyar máryat Elentári ortane
ar ilye tier unduláve lumbule,
ar sindanóriello carta mornië
i falmalinnar imbe met, ar hísië
untúpa Calaciryo míri oiale.
Sí vanwa na, Rómello vanwa, Valimar!

Namárië Nai hiruvalye Valimar.
Nai elye hiruwa. Namárië!

¡Ah! ¡Como el oro caen las hojas en el viento,
e innumerables como las alas de los árboles son los años!
los años han pasado como sorbos rápidos
de dulce hidromiel en las altas salas
de más allá del Oeste, bajo las bóvedas azules de Varda
donde las estrellas tiemblan
en la voz de su canción sagrada y real.
¿Quién llenará de nuevo mi copa?
Ya que la Iluminadora, Varda, la Reina de las Estrellas,
desde el Monte Siempre Blanco ha elevado sus manos como nubes
y todos los caminos se han ahogado en sombras
y la oscuridad que ha venido de un país gris se extiende
sobre las olas espumosas entre nosotros,
y la niebla cubre para siempre las joyas de Calacirya.
Ahora se ha perdido, ¡perdido para aquellos del Este, Valimar!
¡Adiós! ¡Quizá encuentres a Valimar!
¡Quizá tú la encuentres! ¡Adiós!





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sábado, 16 de marzo de 2013

El fénix interior





Recientemente he visto esta imagen, que me ha impactado y ha removido cosas que nunca debí perder. Algo muy íntimo relacionado con la ilusión, con la imaginación, y con mi vocación frustrada: ser egiptólogo. Realmente me considero egiptólogo de corazón, pero es una presunción. He recibido una formación más bien limitada en la Complutense, con profesores que no merecen llevar el título de Egiptólogos, salvo un par de honrosas excepciones (José Manuel Galán y José Ramón Pérez Accino, a los que tuve en dos memorables cursos de doctorado). Pues bien, hoy contaré la historia del pájaro Benu, uno de los primeros Mitos de Creación del Antiguo Egipto.

Según el mito creacionista de Heliópolis, llamada Iunu por los naturales de la Tierra Negra (Kemet, la Tierra Negra, es el nombre con el que los egipcios conocía a su patria), en el principio sólo estaba el Nun, un océano de aguas primordiales. De él emergió una extensión de tierra, que reflejarían en la realidad con la Sagrada Piedra Ben Ben, guardada con celo en el Templo de Ra en Heliópolis. Todo era silencio, agua, y esta gran isla recién emergida. De pronto, del cielo, surgió un ave, una garza real, que sobrevoló el inmenso océano donde aún no había nada, y la isla recién surgida de este mar. Pasado un tiempo, el ave se posó en la tierra para descansar y allí graznó. Este graznido fue el primer sonido de la Creación, rompió el Silencio Primigenio y marcó qué cosas debían existir y cuáles no. Mi imaginación siempre se ha visto cautivada al evocar al gran pájaro sobrevolando un mundo recién creado y graznando una vez posado creando todo lo material. Y la imagen que ilustra está entrada ha hecho volver al pájaro Benu a mi mundo.

Heródoto, el llamado "padre de la Historia", cuenta muchos siglos después de que se creara el mito que el pájaro Benu vivía 500 años, tras los cuales creaba un nido de paja y hierbas fragantes al que prendía fuego para precipitarse seguidamente a las llamas para renacer después del mismo fuego. Es el arquetipo que luego los griegos tomaron para el famoso Fénix.

Ojalá todos, ojalá yo, encontremos el Fénix que llevamos dentro, y podamos renacer siempre que haga falta.