sábado, 25 de diciembre de 2010

St. Patrick's (Savatage). Una carta a Dios.



En estos días que se celebra el nacimiento de un dios, me ha venido a la mente (casualidades de la vida) esta emocionante canción de uno de mis grupos favoritos, Savatage, que es una carta abierta a ese dios. De momento, sin respuesta apreciable para, por lo menos, mis ojos.

St. Patrick's (Savatage)

Hey there Lord it's me
I wondered if you're free
Or not asleep
This just won't keep
It seems I just don't see

Why all the things we asked
Or prayed would come to pass
Have gone unheard
Like silent words
That slip into the past

'Cause Lord they're not schemes
Can't you tell dreams
Why do you let them slip by
Never even tried

It isn't you don't hear
There's far too many tears
Or can't you feel
Are we unreal
To one who knows no peers

You say we must pay dues
But still I am confused
I need to walk
And with you talk
Instead of to statues

'Cause Lord they're not schemes
Can't you tell dreams
Why do you let them slip by
Never even tried

'Cause you take all the fame
But who'll accept the blame
For all the hurt
Down here on earth
Unnecessary pain
Surely you must care
Or are you only air
Built in our minds
When we're in binds
Never really there

Can we be tired of you
Is that something we're allowed to do
For even the blind change their views
And it's time we tried something new

So I've pled my case
I'll now pull my escape
Didn't mean to doubt
What it's all about
Seems I forgot my place

But if you find the time
Please change the story line
Or give a call
Explain it all
I'll even leave the dime

St Patrick’s

(Traducción aproximada: Yo mismo)

Hey, Señor, soy yo

Me pregunto si estas libre

O quizás duermas

No tardaré mucho

Parece que no puedo ver


¿Por qué todas las cosas que pedimos

o rezamos, vienen y pasan?

Se van, ignoradas

Como palabras silenciosas

Que se deslizan en el pasado


Porque, Señor, ellas no son intrigas

Ni puedes llamarlas sueños

¿Por qué las dejas escaparse

sin ni siquiera intentarlo?

¿Es que no las oyes?


Hay demasiadas lágrimas

¿O no puedes sentir?

¿Somos irreales

para alguien que lo sabe todo?


Dices que debemos pagar con trabajos

Pero aun estoy confundido

Necesito caminar

Y contigo hablar

Dejando atrás todas esas estatuas


Porque, Señor, ellas no son intrigas

Ni puedes llamarlas sueños

¿Por qué las dejas escaparse

Sin ni siquiera intentarlo?


Porque Tú te llevas toda la fama

¿Quién aceptará la culpa?

Todas las heridas

Aquí abajo en la Tierra

Dolor innecesario


Seguramente debes preocuparte

¿O eres solamente aire

construido en nuestras mentes?

Estamos en apuros

Nunca realmente allí


¿Podemos estar cansados de Ti?

¿Eso es algo que podemos permitirnos?

Porque incluso el ciego cambia sus puntos de vista

Ya es hora de que intentemos

algo nuevo


Ahora me defiendo

No quería dudar

Sobre todo esto

Parece que estoy desvariando


Pero si encuentras un rato

Por favor, cambia el guión

O haz una señal

Explícalo todo

Y yo dejaré la cuestión

lunes, 13 de diciembre de 2010

Kafka y la muñeca perdida


Sucedió durante el último año de la vida de Kafka, cuando convivió en Berlín con Dora Diamant, una joven polaca a la que doblaba en edad, pero que se convierte en la primera y única mujer con quien Kafka vivirá jamás. LLega a Berlín desde Praga en el otoño de 1923 y muere la primavera siguiente, pero esos últimos meses son probablemente los más felices de su vida. A pesar de su deteriorada salud. A pesar de las condiciones sociales de Berlín: escasez de alimentos, disturbios políticos...pese a ser consciente de que tiene los días contados.

Todas las tardes, Kafka sale a dar un paseo por el parque. La mayoría de veces, Dora, su pareja, lo acompaña. Un día, se encuentran con una niña pequeña que está llorando a lágrima viva. Kafka le pregunta qué le ocurre, y ella contesta que ha perdido su muñeca. Él se pone inmediatamente a inventar un cuento para explicarle lo que ha pasado. “Tu muñeca ha salido de viaje", le dice. “¿Y tú cómo lo sabes?”, le pregunta la niña. “Porque me ha escrito una carta”, responde Kafka. La niña parece recelosa. “¿Tienes ahí la carta?”, pregunta ella. “No, lo siento”, dice él, “me la he dejado en casa sin darme cuenta, pero mañana te la traigo.” Es tan persuasivo, que la niña ya no sabe qué pensar. ¿Es posible que ese hombre misterioso esté diciendo la verdad?

Kafka vuelve inmediatamente a casa para escribir la carta. Se sienta frente al escritorio y Dora, que ve cómo se concentra en la tarea, observa la misma gravedad y tensión que cuando compone su propia obra. No es cuestión de defraudar a la niña. La situación requiere un verdadero trabajo literario, y está resuelto a hacerlo como es debido. Si se le ocurre una mentira bonita y convincente, podrá sustituir la muñeca perdida por una realidad diferente; falsa, quizá, pero verdadera en cierto modo y verosímil según las leyes de la ficción.

Al día siguiente, Kafka vuelve apresuradamente al parque con la carta. La niña lo está esperando, y como todavía no sabe leer, él se la lee en voz alta. La muñeca lo lamenta mucho, pero está harta de vivir con la misma gente todo el tiempo. Necesita salir y ver mundo, hacer nuevos amigos. No es que no quiera a la niña, pero le hace falta un cambio de aires, y por tanto deben separarse durante una temporada. La muñeca promete entonces a la niña que le escribirá todos los días y la mantendrá al corriente de todas sus actividades.

Ahí es donde la historia empieza a llegarme al alma. Ya es increíble que Kafka se tomara la molestia de escribir aquella primera carta, pero ahora se compromete a escribir otra cada día, única y exclusivamente para consolar a la niña, que resulta ser una completa desconocida para él, una criatura que se encuentra casualmente una tarde en el parque. ¿Qué clase de persona hace una cosa así? Y cumple su compromiso durante tres semanas, Nathan. ¡Tres semanas! Uno de los escritores más geniales que han existido jamás sacrificando su tiempo (su precioso tiempo que va menguando cada vez más) para redactar cartas imaginarias de una muñeca perdida.

Dora dice que escribía cada frase prestando una tremenda atención al detalle, que la prosa era amena, precisa y absorbente. En otras palabras, era su estilo característico y a lo largo de tres semanas Kafka fue diariamente al parque a leer otra carta a la niña. La muñeca crece, va al colegio, conoce a otra gente. Sigue dando a la niña garantías de su afecto, pero apunta a determinadas complicaciones que han surgido en su vida y hacen imposible su vuelta a casa. Poco a poco, Kafka va preparando a la niña para el momento en que la muñeca desaparezca de su vida por siempre jamás.

Procura encontrar un final satisfactorio, pues teme que, sin no lo consigue, el hechizo se rompa. Tras explorar diversas posibilidades, finalmente se decide a casar a la muñeca. Describe al joven del que se enamora, la fiesta de pedida, la boda en el campo, incluso la casa donde la muñeca vive ahora con su marido. Y entonces, en la última línea, la muñeca se despide de su antigua y querida amiga. Para entonces, claro está, la niña ya no echa de menos a la muñeca. Kafka le ha dado otra cosa a cambio, y cuando concluyen esas tres semanas, las cartas la han aliviado de su desgracia. La niña tiene la historia, y cuando una persona es lo bastante afortunada para vivir dentro de una historia, para habitar un mundo imaginario, las penas de este mundo desaparecen. Mientras la historia sigue su curso, la realidad deja de existir.

Paul Auster, "Brooklin Follies", 2006

lunes, 6 de diciembre de 2010

Ítaca (Konstantinos Kavafis, 1863-1933


Un hermoso poema sobre la importancia del viaje, no tanto del destino final.

ÍTACA
Cuando partas hacia Itaca 
pide que tu camino sea largo 
y rico en aventuras y conocimiento. 
A Lestrigones, Cíclopes y furioso Poseidón no temas, 
en tu camino no los encontrarás 
mientras en alto mantengas tu pensamiento, 
mientras una extraña sensación 
invada tu espíritu y tu cuerpo.

A Lestrigones, Cíclopes 
y fiero Poseidón no encontrarás
 si no los llevas en tu alma,
 si no es tu alma que ante ti los pone.

Pide que tu camino sea largo.
Que muchas mañanas de verano
hayan en tu ruta cuando con placer, con alegría
arribes a puertos nunca vistos.

Detente en los mercados fenicios
para comprar finos objetos:
madreperla y coral, ámbar y ébano,
sensuales perfumes, -tantos como puedas- 
y visita numerosas ciudades egipcias
para aprender de sus sabios.

Lleva a Itaca siempre en tu pensamiento,
llegar a ella es tu destino.
No apresures el viaje, 
mejor que dure muchos años
y viejo seas cuando a ella llegues,
rico con lo que has ganado en el camino
sin esperar que Itaca te recompense.

A Itaca debes el maravilloso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino
y ahora nada tiene para ofrecerte.
Si pobre la encuentras, Itaca no te engañó.
Hoy que eres sabio, y en experiencias rico,
comprendes qué significan las Itacas.