martes, 22 de julio de 2008

La hora escondida



Diandra y Bastian se conocieron en la fiesta de fin de curso de Bastian. Ella acompañaba a su hermana, compañera de estudios de él. Diandra era una hermosa mujer, de unos 23 años: una larga melena negra azabache le caía sobre los hombros hasta llegar a su bien formado trasero. El vestido negro, sin ser un vestido de noche, acentuaba sus curvas, y sus ojos azules mostraban cierta timidez con un punto contradictorio de picardía. Bastian se quedó prendado al instante. Él, un hombre normal, ni muy guapo ni muy feo, ni muy alto ni muy bajo, la vio de lejos y en seguida supo que tenia que ir a hablar con ella, y así lo hizo.

Aquella noche fue alegre: se divirtieron, hablaron y rieron. Bastian se quedo defraudado cuando supo que Diandra se proponía ingresar en una orden religiosa: iba a meterse a monja. Decía que había “sentido la llamada del Señor”, y había decidido seguirla. Esa era una de sus últimas salidas antes de aceptar los votos. El caso es que se confesaron que se gustaban, pero ella dijo “quizás en otra vida”…

Pasaron ocho años. Bastian se casó, tuvo un hijo y se cambió de ciudad por trabajo. Era razonablemente feliz, aunque nunca pudo olvidar a Diandra, y tampoco aquella noche. Era como una espina clavada. El primer día de colegio de su hijo Iñigo, fue a recogerle, y se quedó helado cuando vio quien le acompañaba. Diandra estaba allí: el Destino había querido que fuera la profesora de su niño. Por supuesto, se reconocieron al instante: ella no había cambiado mucho, aunque la bella mujer vestida de fiesta era ahora una monja vestida con una falda gris por debajo de la rodilla, una camisa blanca, una rebeca a juego con la falda y una toquilla del mismo color. Pero conservaba toda su belleza: su piel blanca como el marfil, su pelo negro (recogido ahora bajo la toca) y sus inmensos ojos azules. Se saludaron de forma cordial, y sus ojos se cruzaron en una mirada especial. Sus palabras mantuvieron las formas, pero sus ojos decían algo distinto. La “chispa” que los había unido ocho años antes aun estaba allí.

Se vieron muchas veces desde entonces, y cada vez la tensión sexual entre ellos era mayor. Allí en medio de las clases, con el hijo de Bastian y sus pequeños compañeros rodeándolos, sólo podían mantener las formas. Quizás un roce leve de sus manos cuando se ella se despedía del pequeño, o aquella vez cuando quisieron abrir una puerta a la vez.

Un dia, a finales de octubre, la profesora se despidió de Iñigo diciendo:

-Hasta mañana, Iñigo. Y no olvides decirle a tu papá que te ayude a escribir las letras en la cartilla de clase.

Una vez en casa, como solía hacer, Bastian ponía a su hijo a hacer los deberes. Al abrir el pequeño libro donde éste escribía sus primeras letras, un papelito cayó desde su interior al suelo. Él lo recogió, lo desdobló y ahí estaba la letra femenina y personal de Diandra:

“Tus manos me hacen soñar, y soñar lo tengo prohibido”

Bastián no pudo reprimir un escalofrío de pasión, y una sensación de amargura ante la dificultad de llevar a cabo el encuentro que ambos ansiaban. Aparte de la situación de Diandra, estaban los posibles rumores que, en una población pequeña como era donde vivían, podían convertir a cualquier persona en un apestado social. Tenia que pensar algo…

Iñigo fue al día siguiente al colegio, y Diandra se acerco a él: “¿Qué tal, Iñigo? ¿Hiciste los deberes?”, pregunto mientras cogía el libro de caligrafía. Lo abrió y en una de las páginas encontró el pequeño papel que había dejado el día anterior. Vio lo que había escrito, como si Bastian no hubiera recibido el mensaje. Pero dio la vuelta al papel, y leyó una línea escrita con una escritura angulosa que no era la suya:

“El sábado por la noche los sueños se harán realidad, pero será como si no hubiera pasado”.

Ella tembló, un escalofrío recorrió su espina dorsal. ¿Iba a desobedecer sus votos? ¿Traicionaría toda su vida, sus creencias, por un encuentro con Bastian? ¿O en el fondo el encuentro no sería un ajuste de cuentas con el pasado, así como una forma de recordarse a si misma que aún estaba viva? Y…¿Por qué escribió él “será como si no hubiera pasado”?

Martes, miércoles, jueves…la semana pasaba lentamente. Y Diandra llegó a pensar que nada pasaría, que todo había sido una bravata de los dos, un juego sin ningún sentido.

Viernes, y por fin, sábado…

El día pasó para ella con un torbellino de sensaciones contrapuestas. Ansias porque llegara la noche, ganas de huir; convencimiento de que nada pasaría, fantasías en su mente de imágenes de los dos haciendo el amor salvajemente. Pensó en dejar la ventana de su habitación entreabierta, luego la cerró a cal y canto, y bajo la persiana. Pero la volvió a subir. Y así se quedó, persiana subida y ventana entreabierta.

Llegó la una de la madrugada, anunciada por la campana de la torre del campanario, y se preparo para irse a la cama. Él no había venido. Aun así, porque la esperanza es lo último que se pierde, no cerró la ventana, y se puso un camisón nuevo sin nada debajo. Se metió en la cama a la 1,30, después de ducharse. El resto de la congregación, donde vivía, no había notado nada, y en el convento se respiraba paz. A las dos menos diez, oyó unos pasos en el jardín al que daba su ventana. Se asomó y miró, pero no vio nada.

El reloj del campanario marco las dos de la madrugada.

No podía más de la excitación, y fue al baño a refrescarse. Se mojo la nuca, y cuando alzo la cabeza del lavabo, él agarró sus pechos, tierna pero firmemente. Besó un lado de su cuello, que había quedado libre de pelo, y la piel de Diandra se erizó, al tiempo que emitía un pequeño gemido de placer, apenas un ronroneo. Bastian sintió como sus pezones se endurecían bajo sus manos cálidas, y sintió como el culo de Diandra se apretaba contra su cuerpo…La cogió de los hombros y la giró bruscamente, hasta que quedaron cara a cara. Entonces, con una irrefrenable pasión, casi con furia, se besaron apasionadamente. Sus húmedos labios se fundieron, y sus lenguas se encontraron en un mar de morbo y saliva. El camisón de Diandra cayó.

El se apartó un momento, y observo su cuerpo desnudo…sus manos acariciaron sus brazos, sus pechos, su abdomen, su firmes nalgas. Asombrado por la perfección de sus curvas, quiso hacer el mismo camino pero con la punta de su lengua…

Pero la cogió en sus fuertes brazos y, despacio, la llevo a la cama mientras se besaban una vez más. Una vez allí su lengua emprendió el viaje. Lentamente lamió su torso, hundiéndose en su pequeño ombligo, y bajando más, y más. Ella separo sus muslos, dejando al descubierto su húmeda entrepierna. Despacio, él rozó la maraña de pelo no muy abundante, dejando pequeñas gotas de saliva semejantes a gotas de rocío sobre el musgo. La flor quedo al descubierto y Bastian la saboreo como el manjar prohibido que era. Cada vez más rápida, su lengua exploro esas profundidades rosadas, mientras ella le apretaba su cabeza entre sus muslos. Sus caderas se movían cada vez más frenéticamente, su espalda se arqueó cuando el latigazo del orgasmo sacudió todo su cuerpo…el ascendió hacia su boca una vez mas, y el beso entre los dos esta vez fue mas relajado, tras el primer embate de placer.

Una campanada en la torre del convento anunció que había pasado media hora. Se sentaron en la cama, y ella fue quitándole a el la ropa, hasta que se quedaron frente a frente totalmente desnudos. Bastian se tumbo boca arriba, y Diandra beso su pecho mientras su mano cogía su sexo y lo agitaba suavemente. Estaba duro ya, pero el contacto con sus manos hizo que se endureciera aun más. Ella bajo su cabeza y él dejó de ver su cara, escondida bajo su melena negra. El sintió un torrente de placer cuando notó el roce de la lengua de Diandra sobre su glande, y como los labios se cerraban en torno a su miembro. Cerró los ojos, dejando que el goce lo inundara hasta enloquecer.

Cuando ya no pudo más, la cogio en sus brazos y la tumbó en la cama. Arrodillado frente a ella, separó sus piernas y la penetró poco a poco, sintiendo la calidez de su interior, y como ella cerraba sus ojos y se mordisqueaba el labio inferior, con la cabeza ligeramente levantada hacia el cabecero de la cama. El ritmo de sus cuerpos se mantuvo un tiempo, las caderas se movía acompasadamente, como marcando un ritmo hecho de deseo, pasión y pasado que ahora cobraba sentido. Ella apretó sus piernas en torno a la cintura de Bastian, haciendo su unión aun más intensa y cercana. Sus pechos se movían arriba y abajo al ritmo que marcaban las acometidas del cuerpo del hombre, que los agarró con fuerza. El clímax se acercaba y él aceleró el ritmo sintiéndolo llegar, mientras ella se sentó de golpe para besar sus labios, y recibir la ráfaga de placer extremo que recorrió su espina dorsal abrazada a él. Se quedaron así, abrazados, sintiendo como la punzada de placer se alejaba de sus sudorosos cuerpos, dejando una resaca de pasión indescriptible.

Bastian la besó tiernamente y le dijo: “Amor, el sueño ha acabado. Debo marcharme. Pronto veras que esto ha sido como una ilusión”. Se levanto, dejándola tumbada en la cama: pero no separaron sus miradas mientras él se vestía. Un ultimo cariñoso beso, y cuando el se dispuso a salir de la ventana como había entrado una hora antes, en el reloj del campanario volvieron a sonar dos campanadas…

El la dijo: “Hoy cambia la hora. Llegue a las dos, me voy a las dos. Esta hora escondida, que no ha existido, ha sido nuestra hora; una hora que realmente sólo vive ya en el recuerdo del placer y en nuestros olores mezclados en nuestros cuerpos…” y salió hacia el exterior, ocultándose de la luz plateada de la luna llena que brillaba en el patio y se reflejaba en el sudoroso cuerpo desnudo de Diandra...

7 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé lo que opinaría Freud de esto, pero que una monja sepa chuparla no deja de perturbarme...

Pásate por mi blog que va por ti.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Tú eres más fuerte, siempre ganabas los pulsos XDDDDD

Los discos fueron "adquiridos" siguiendo la política de Microsoft...

Un abrazo

acoolgirl dijo...

Llego aqui tras la recomendacion de Alotmo y... me quedo encantada con lo que leo!!

Los amores (o mejor dicho, pasiones) son asi, no??? Y si esta prohibida... mejor que se quede en ese espacio temporal que nunca existio.

Un besitooo y me pasare mas veces... seguro!!

Anónimo dijo...

Ya decía yo que Espinete se movía de una forma familiar...

Dejemos el debate: yo soy más fuerte y tú eres más rápido.

Un abrazo
PD: Trata bien a coolgirl que es un encanto.

Anónimo dijo...

Weno weno, yo también vengo como coolgirl, recomendada por alotmo.....¡¡¡y me encuentro con este post!!!, jajaja.

La historia muy chula...me recuerda a la historia de amor que viven los personajes de UN MINDO SIN FIN de ken Follett.....Si es que los amores prohibidos son tan bonitos..jiji.

Besosss

Anónimo dijo...

Aja!!! mira que gracias a mi sabiduria ajajajaja nada que ver...mi gato, esto me recuerda a poquito despues d eque nos conocimos y te hice enseñarme lo que escribiste...que tiempos aquellos, verdad? cuando las cosas eran mas faciles y eramos casi un par de extraños...miranos ahora, tenemos todo un universo de nuestra amistad y un monton de palabras que cuentan nuestra historia. :)
Jeje ya me voy porque si no me la voy a pasar recordando los viejos pero buenos tiempos :)
Ah, y gracias por pasarte por el mundito de Musa, que bueno que te haya gustado la historia...es que tenia esa foto y enia la historia y pum! las junte y ese es el resultado...de todas formas tu sabes cual es la "realidad" de mis palabras, acuerdate que la verdad no esta en las cosas, sino entre ellas :)
Un besote, mi precioso. Te quiero.
*Musa*

Djed dijo...

Acabo de leer tu relato, me ha parecido muy bueno, en serio.

Tal vez todos soñemos con esa persona que una vez nos hizo soñar, y fantaseemos con encontrarla de nuevo en el sitio más insospechado... y creo que ninguno diríamos que no a esa hora escondida....

Me has dejado con ganas de seguir leyendo cosas tuyas...

un beso

DJED